miércoles, 11 de noviembre de 2009

EL MACHISMO SIGUE VIVO

EL MACHISMO SIGUE VIVO

Sab, 27/06/2009 - 21:37 — guimo El Machismo sigue vivo porque es parte esencial de las relaciones opresivas de clases
Guillermo Molina Miranda
¿De dónde toma la sociedad los criterios de comportamiento discriminatorios hacia los géneros? Podría ser el interrogante, frente a múltiples actitudes y prácticas vejatorias, consuetudinarias desarrolladas milenariamente contra las mujeres u hombres con comportamientos no ajustadamente “masculinos”. Unas plagadas de miedos, jerarquías, sumisiones y obediencias, mientras otras, se inclinan por la insolencia, ofensa, discriminación y desvalorización que comúnmente se denomina “machismo”.
Los criterios o reglas de comportamientos discriminatorios o no, no son ajenos, como lo expresara Marx, a la vida social. Toda forma de pensamiento es el reflejo en la consciencia de las condiciones materiales de existencia. La costumbre, declarante en mucho de lo correcto o incorrecto, sería la respuesta usual, argumentada por la aceptación de haberlo hecho siempre así. Pero, ¿Por qué la educación no ha logrado mellar en la costumbre y prejuicio segregacionista hacia el género?
Tradicionalmente el trato diferencial se ha venido asociando a niveles o grados de importancia dado a los roles familiares: aceptación, pasividad, dependencia, y control, coacción y preponderancia de un género contra otro, por considerarlo “débil”, “delicado”, “necesitado de protección”. Sin embargo, esta asociación, es la simple respuesta a la práctica social discriminatoria de una sociedad, basada en la propiedad privada como columna de todas sus relaciones sociales y culturales. Para decirlo de otra manera, es el reflejo objetivo de la actividad práctica social, cimentada sobre relaciones de dependencia real de unas clases sobre otras y justificada ideológica, social, histórica y culturalmente por toda la superestructura de la sociedad.
Históricamente la disgregación de género es el resultado de la primera división del trabajo que F. Engels compendia magistralmente en el libro “La Familia, la propiedad privada y el Estado: “La primera división del trabajo es la que se hizo entre el hombre y la mujer para la procreación de hijos’. Y hoy puedo añadir: el primer antagonismo de clases que apareció en la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer en la monogamia; y la primera opresión de clases, con la del sexo femenino por el masculino” .
Por tanto, el machismo, como lo anota Ulises Casas , “es el efecto de estructuras económico-sociales de carácter histórico. En efecto, hubo un período en el cual la mujer era el eje de la economía doméstica y, en consecuencia, el jefe de la familia; el matriarcado marcó un ciclo histórico ya definido por historiadores y antropólogos. Cuando se establece la agricultura y la ganadería y las tribus o comunidades se convierten de itinerantes en sedentarias, se inicia el proceso de la influencia del macho sobre el grupo familiar; al conformarse estructuras económicas de propiedad privada el patriarcado se afianza y lo mismo sucede con la monogamia: hay que garantizar el traspaso del patrimonio al primogénito, en un comienzo, y luego a los hijos legítimos” (Ulises Casas, 2000). Concepto y descripción histórica ajustada sobre esta forma de exclusión.
“La mujer inicia el proceso de escogencia del macho o del padre de sus hijos si desea tenerlos; al mismo tiempo, en lo que respecta al acto sexual, el placer se hace predominante” . El mejoramiento de las condiciones materiales y espirituales de la mujer evolucionan dialécticamente, es decir en lucha y contradicción, sin que se logre erradicar el machismo y otras formas de discriminación y opresión propias de los modos de producción y organización social de propiedad privada. Para algunos, esto es un simple cliché. Pero el análisis de toda opresión está establecido sobre la práctica económico-social que determina, sin lugar a dudas las relaciones sociales.
El machismo y cualquier otra forma de discriminación, se remeda normalmente a través de la educación desde la familia y la escuela, en cuanto, instituciones de justificación y continuación del orden social existente . El machismo no surge, ni la exclusión, por fuera del orden imperante. La educación como proceso de enculturación por medio de la cual la generación más antigua transmite todo el acerbo ideológico, cognitivo y cultural a las generaciones más jóvenes, reproduce constante y permanentemente su legado. El capitalismo, para nadie es un secreto, como sistema económico y social dominante, esta basado esencialmente en la propiedad privada sobre los medios de producción, lo que refleja en la conciencia social y en sus relaciones formas de dominio y opresión, de las cuales el género no ha sido la excepción.
Las raíces del machismo se remontan a la división social del trabajo y de su desarrollo a la sociedad patriarcal de la que la sociedad occidental fundamenta toda su cultura hasta hoy. La condición sociológica de preponderancia masculina arbitraria a la mujer, es acentuada con sutileza por el capitalismo e instrumentalizada para auspiciar más la opresión. Las conquistas logradas por la mujer, además de su consciencia y lucha, obedecen al mismo tiempo, a espacios generados inherentes a las necesidades del capitalismo con miras a la expansión de mano de obra y a la formación del ejército de reserva que favorezca la des-valoración del trabajo.
El género no es más que un constructo social adscrito a la dependencia económica. En contraste con la masculinidad la feminidad, debe superar los valores intrínsecos a su naturaleza y sobrepasarlos con el ideal de “Ser” como especie, constitutivo de toda liberación. El género igualmente, “es un intermediario construido por el orden social para inhibir la energía sexual, enclaustrarla y limitarla, direccionándola hacia la reproducción de este orden de dominación y sumisión” .
La mayor parte de la violencia intrafamiliar hunde sus raíces en el machismo. La sociedad Colombiana según lo denuncia la psicoterapeuta María Antonieta Solórzano, en entrevista con Cecilia Orozco Tascón , estima que cerca de 32 millones de colombianos sufren la cultura de la violencia intrafamiliar: “Precisamente porque la mente patriarcal presente en cada uno de nosotros hace que parezca normal el castigo y corriente la actitud sumisa de mujeres y niños. Hay tal perversidad en las relaciones familiares que las mujeres y los hombres parten de la base de que lo natural es que ellas sean una posesión masculina y, más grave aún, que los hijos sean una posesión de los padres, y particularmente una responsabilidad de las madres”.
Pese a la alharaca de “liberación femenina”, establecida por encima de las clases y las condiciones capitalistas de existencia, el machismo sigue preponderando y reproduciendo todas las relaciones vejatorias del machismo. Ahora más que nunca, la mujer como símbolo y objeto sexual y comercial son el asiento de esclavización y dominación capitalista.
Las concepciones justificadoras de las clases dominantes y costumbres reproductoras del orden injusto actual, es decir la ideología dominante, se pueden explorar como mecanismos de control social y aprovechamiento en dogmas subyacentes en la cultura de superioridad del macho, poseedor de la decisión y elección de mandar, ordenar, conquistar; optar por un oficio, tratamiento, remuneración, etc. Veamos algunos ejemplos subyacentes en la cultura, propiciadores y generadores de prácticas arraigadas de machismo y discriminación.
Algunos textos Bíblicos, base de las creencias comunes de nuestra sociedad, hacen alusión al comportamiento, concepto, y actitud de la mujer que no son propiamente afines a la equidad de género. Ferney Yesyd Rodríguez , en el artículo: “El Machismo de la Biblia, cita algunos pasajes cargados de segregación, que pese a las circunstancias históricas del periodo inicial del cristianismo, son pie aún con arraigo de su practica doctrinal, que con justificada razón llevó a expresar a finales del siglo XIX a Elizabeth Cady Santon , "La Biblia y la Iglesia han sido los mayores obstáculos en el camino de la emancipación de la mujer."

La Mujer del XXI hacia su Emancipacion y Liberacion del Machismo

"Mujer eres fuente de vida, Luz, Libertad, Sacrificio y haces del Dolor el despertar de una Nueva Vida"
Pocas veces se han visto manifestaciones de tanta mística y deseo de transformar las cosas para bien, en una sociedad cansada, obstinada, aburrida de sí misma. Una vez más es el género femenino el que despierta con una chispa de guerreros la fuerza revolucionaria que abre los caminos de las multitudes.
La mayoría de sus atacantes responden a la dinámica machista de minimización de lo femenino. En sus contrincantes se aprecia el más vil de los complejos, el de inferioridad.
 La libertad de la mujer es la clave de las libertades sociales
Se ha dicho que la emancipación de la mujer es la clave para la emancipación de la sociedad. Sin embargo, hay que añadir que cualquier sociedad en la que la mujer no goza del debido respeto, igualdad de derechos, seguridad y libertad, se encuentra sometida por completo. ¿Cómo se puede lograr un sentido de prosperidad y libertad verdaderas, cuando el prejuicio de género sigue destruyendo vidas cuando se empeña en crear y recrear una cultura machista, cuando tolera que se recrudezcan la violencia y la dominación masculina, y cuando consigue infligir una profunda herida en el templo de la humanidad?
El “Día Internacional de la Mujer” es un día dedicado a celebrar una humanidad que busca la libertad y se esfuerza por poner fin a una larga historia de dificultades. Así pues, hoy presentamos nuestras exigencias:
1. La erradicación de todas las leyes y reglas discriminatorias que afecten a las mujeres en los campos económico, político, cultural y sociológico.
2. El reconocimiento oficial de la igualdad de derechos entre hombre y mujer, y la ilegalización de cualquier tipo de discriminación.
3. El establecimiento de una igualdad de derechos completa entre mujeres y hombres en el núcleo familiar, y en relación con los reglamentos relativos al concubinato, el matrimonio, el divorcio, la custodia del hijo y la herencia.
4. La erradicación de toda segregación y apartheid de género, y la prohibición de potenciar cualquier tipo de odio hacia las mujeres.
5. El reconocimiento de los derechos de la mujer en relación con su manera de vestir, viajar y gozar de independencia social.
6. El reconocimiento de los derechos de igualdad de la mujer en lo que respecta a su participación en deportes y en atletismo nacional e internacional.
7. Una firme determinación por terminar con la violencia contra la mujer, causada ya sea por el Gobierno o por la familia, y el establecimiento de agencias e instituciones que persigan este objetivo.


Machismo, feminismo, sexismo

El género de la discriminación.

Adormecidos por la negación estructural vivimos la vida que algún silencioso organigrama nos designó. No es una cuestión personal, no nos volvamos locos, sino que hace falta una obediencia primaria para la organización de la obediencia. Y ese mecanismo acusa un comienzo vivencial repartido entre la Escuela y la Familia.
¿Cómo hablar en voz alta sin pedir permiso al Padre? Pero el Padre ya no es solamente el semental progenitor sino que es la cabeza de un organismo viviente, la cabeza encima de los hombros, la parte de arriba. Bípedos y cerebrales los humanos fuimos construidos a la imagen de Dios, de un Dios Padre, el Padre Nuestro, Señor de los Cielos. Aún fuera del mundo judeocristiano, el Padre es el Poder, es el núcleo en torno al cual gira la organización familiar, es el protagonista de la Familia.
Toda nuestra cultura mira con los ojos de un Varón Adulto y Joven. Nuestra sociedad, organizada en torno a la Tragedia, tiene un protagonista genérico y generacional. Niños, ancianos y mujeres son categorías sub-humanas para quienes se reserva la protección y la obediencia. Desde los tiempos olvidados por nuestras abuelas, la mujer ocupa roles tan fundamentales en la sociedad como la conservación de la memoria. Roles fundamentales para la reproducción de la sociedad patriarcal, para la conservación de sus valores y sus mitos. En la Familia, la Madre enseña que el que manda es Papá; en este mundo enfermo, la mujer ha sido siempre la secretaria del hombre.
Sin embargo, ese siempre tiene un origen que se remonta a una de las más significativas rupturas culturales como es el origen del patriarcado. Pensar en una sociedad patriarcal no solamente implica pensar al Varón como el Rey, sino a la fuerza como virtud, a la firmeza como requisito de adultez, a la adultez como etapa culminante en nuestras vidas. La lista es infinita porque intenta detallar todas las vivencias, todas las ideas construidas desde el prisma interpretador de la masculinidad. Los principios masculinos de la interpretación de la naturaleza han prevalecido en la primera plana de nuestra conciencia, y desde ahí han ido construyendo la cultura que hoy vivimos y padecemos.
Desde la mirada libertaria, la construcción de un mundo diferente se propone a través del desarrollo de vínculos sociales sin la mediación del Poder. Por eso es que hay tanta proximidad entre el pensamiento libertario y los movimientos de emancipación de la mujer en un mundo para hombres. La mujer es objeto para el hombre. La mujer es del hombre. El hombre le da su apellido porque es Padre de Familia, y la mujer es parte de la familia. Decir Padre es decir Dueño y Rector, es decir Gobierno, Protección y Modelo. La mujer es propiedad, el hombre es propietario. Reivindicaciones tales como la igualdad de oportunidades de acceso a los espacios sociales tienen lugar en un mundo que no ha contemplado nunca la equidad entre los géneros.
De hecho, las organizaciones familiares monogámicas o poligámicas, tienen que ver con la cantidad de mujeres tolerable en la organización familiar según haya o no suficientes para repartir entre los miembros de la sociedad, a saber, los hombres. El valor social de la mujer ha sido históricamente su capacidad reproductora y es en ese sentido que es educada para la maternidad. Hoy en día, es difícil encontrar mujeres que no tengan como modelo de realización personal el matrimonio, la familia y la gestación de hijos, de la misma forma que es raro encontrar hombres que no sueñen con ser los protectores, proveedores y modelos para sus hijos y para su mujer, sentados en la cabecera de la mesa familiar a la hora del almuerzo.
Esto a su vez tiene lugar en un mundo construido en torno al Poder como vínculo social. El Poder como paradigma de las relaciones humanas afecta también la construcción de ideas al punto en que todo lo que observamos lo interpretamos desde una perspectiva jerárquica, es decir vertical. Lo bueno es lo de arriba, el cielo, y lo malo es el descenso a los infiernos. Los valores más importantes son los superiores, los más altos principios de la razón, en contra de los más bajos instintos de la pasión. Toda nuestra visión del mundo está signada por estos dos vectores confluyentes: Poder y Patriarcado, siendo el Patriarcado la forma estructural del Poder en nuestra sociedad.
Las oposiciones al Poder han dado lugar históricamente a una diversidad notable de movimientos sociales que buscaron a su modo la libertad. Claro que ese modo siempre está contenido dentro de la idea de libertad que cada movimiento elaboró. Así, cuando la contradicción se estableció entre clases, se confundió la idea de Poder con la de libertad al punto en que se consideró que la libertad estaba en función del Poder. Quiero decir que la emancipación, en vez de asumirse como la ruptura de las cadenas del sometimiento, fue asumida como el desplazamiento de un sometedor por otro, un dar vuelta la tortilla incapaz de eliminar al sometimiento como tal. Las contradicciones de clase en una sociedad estratificada son a esta altura, creo yo, incuestionables. Pero la superación de la inequidad no pasa por la conquista del Poder por parte de los actuales sometidos, sino por la desestratificación de la sociedad, es decir, la eliminación del sometimiento como instancia vincular, la construcción de una sociedad sin clases.
Lo mismo ocurre con las tensiones entre géneros. La superación de la inequidad social producida por el patriarcado no llegará jamás de la mano de un eventual desplazamiento del hombre de la situación de Poder, sino a través del mismo factor de transformación: la eliminación del Poder. Actualmente los movimientos feministas concurren en el error, creo yo, de absolutizar el género y confundir el Poder con el poderoso. No bastará con eliminar al poderoso: es necesario eliminar el Poder. Y no todo varón somete, de la misma forma que no toda mujer es sumisa y cómplice. El patriarcado es una construcción cultural que se corresponde con un modelo específico de sociedad de control. Quienes nos enfrentamos contra las sociedades de control, nos enfrentamos también contra el patriarcado. No puede hablarse de libertad en tanto no se combatan de una u otra forma las instituciones de la obediencia y del control.
Machismo y Feminismo son, en primera y última instancia, movimientos de reivindicación de un género por sobre otro. La contradicción Feminismo vs. Patriarcado es falaz. El feminismo es también producto del patriarcado, es un patriarcado visto desde abajo, como decía Savater de la Impotencia y del Poder. El Feminismo se opone al Machismo en aquello que a la vez los iguala. No son más que corrientes discriminatorias que toman al género como eje de la discriminación.
La reacción racista de algunos negros en África, Europa o Estados Unidos, por comprensible que resulte, no puede ser aceptada si hablamos de combatir al racismo. No tiene sentido. Dentro del pensamiento libertario, la idea de Estado es combatida más allá de cuál sea el sector que lo monopolice. Los nacionalismos han sido siempre combatidos por los defensores de la libertad más allá de cuál sea la nación reivindicada en pro de un mundo sin fronteras. Todos estos ejemplos confluyen en lo mismo: todos somos hijos de la misma tierra.
La equidad contiene y considera a la diferencia. La equidad entre géneros propone la convivencia en la diversidad y no la totalización de la vivencia humana. Por eso es que no hablo de igualdad. Mujeres y varones no somos iguales. Establecer la diferencia en términos de importancia o calidad, de mejores y peores, de más o de menos, es reproducir la jerarquización de nuestro pensamiento. La igualdad totaliza, y es ahí donde se absolutiza el pensamiento y se construye un ideario liberticida en nombre de la libertad. Todo individuo o grupo social tiene que gozar la libertad a su modo y con sus particularidades, según se le venga en gana. Y la libertad es asunto de todos en vistas del vínculo y no de la expansión. Como decía Bakunin, el hombre es libre solamente si está rodeado de hombres libres.
Aquí se abre entonces un terreno de construcción social que apunta a la equidad solidaria y no al desplazamiento social de un género por otro, de un sector por otro. Esta construcción tiene que avanzar sobre el lenguaje de manera radical. Bakunin decía hombre y pensaba en una humanidad protagonizada por varones. No porque fuera machista, sino porque era parte de una cultura en la que no era posible distinguir el rol del género. La naturalización del vínculo social es el principal enemigo en este punto. No hay naturalidad en el esquema vincular que padecemos, sino una interpretación de entre tantísimas posibles de la realidad que vivimos.
Tal vez entonces nos quede por hacer mucho más de lo que suponíamos cuando pensábamos en Machismo o Feminismo. Quizás nos quede por construir una cultura nueva, desde abajo, en la que la noción del otro como sujeto diferente prime por sobre los totalitarismos de clase o género, por sobre cualquier forma de totalitarismo. Quizás nos quede por construir una sociedad libre en la que la libertad sea entendida como el desarrollo de capacidades comunes a través del vínculo solidario y no como indefinidas expansiones de lo individual por sobre lo colectivo o viceversa. Y esto solamente es posible a partir de la diversidad.
Cuando lo humano deje de sinonimizarse con lo masculino, cuando la Impotencia-feminismo deje paso a una construcción horizontal y plural, cuando el Poder-machismo sea erradicado de una sociedad capaz de abandonar el patriarcado junto a toda expresión de arkos, podremos empezar a construir una sociedad fundada en la solidaridad y en la equidad, es decir, una sociedad libre. En este sentido, creo yo, es necesario salir del feminismo como de la lucha de clases, y abrir a una nueva búsqueda de la verdadera emancipación: la eliminación de todo sometimiento.